martes, 30 de agosto de 2011

Leyendo estos párrafos del el libro de los recuerdos  de Jung me acorde de esta canción.

El estaba de visita en una comunidad de indios de Nuevo México y estaba hablando con
 Ochwia Biano (Lago de montaña).Un indio de esa comunidad.



"pregunté:
«¿Creéis que lo que hacéis en vuestra religión es bueno para todo el mundo?» Respondió
apasionadamente: «Naturalmente, ¿si no lo hiciéramos, qué sería del mundo?» Y con un gesto lleno de
significado señaló el interlocutor al sol.
Sentí que llegábamos a un terreno muy espinoso que lindaba con los misterios de la raza. «Nosotros somos un pueblo», dijo, «que vive en el techo del mundo, somos los hijos del padre sol, y con nuestra religión ayudamos diariamente a nuestro padre a recorrer el cielo. No lo hacemos sólo para nosotros, sino para todo el mundo. Si no pudiéramos ejercer más nuestra religión, no saldría el sol ya más en diez años. Entonces sería siempre de noche».

Entonces comprendí en qué consistía la «dignidad», la serena naturalidad del individuo: es el hijo del sol, suvida tiene un sentido cosmológico, ayuda a su padre y mantenedor de toda vida en su salida y ocaso diarios. Comparemos con ello nuestra automotivación, nuestro sentido de vida que nos formula la razón, y con ello no podemos menos que sentirnos impresionados por nuestra miseria. Por mera envidia tenemos que reírnos de la ingenuidad de los indios y mostrarnos orgullosos de nuestra inteligencia para no descubrir cuán empobrecidos y rebajados estamos. El saber no nos enriquece sino que nos aleja cada vez más del mundo místico, en el cual tuvimos una vez nuestra verdadera patria.
Desprendámonos por un instante de todo racionalismo europeo y sumerjámonos en la clara atmósfera de
aquellas aisladas mesetas, que por una parte dan a las extensas praderas continentales y por la otra al
silencioso océano, prescindamos de nuestra consciencia del mundo y cambiémosla por un aparentemente infinito horizonte vinculado a una inconsciencia del mundo y comenzaremos a comprender el punto de vista del pueblo indio. «Toda vida viene de la montaña» es algo directamente convincente para él. Del mismo modo es profundamente consciente de que vive en el techo de un mundo infinito, inmediato al caos. Él, ante todo, posee el oído de la divinidad y sus cultos alcanzarán lo antes posible el lejano sol. El carácter sagrado de la montaña, la aparición de Jehová en el Sinaí, la inspiración que Nietzsche experimentó en Engadina, se encuentran en la misma línea. La idea, que nos parece absurda, de que una ceremonia litúrgica pueda influir mágicamente en el  sol, no resulta menos irracional al contemplarla de cerca, pero tiene para nosotros un significado más íntimo de lo que pueda parecer en un principio. Nuestra religión cristiana, como todas las demás, está imbuida por la idea de que mediante una ceremonia especial o un tipo determinado de acto se pueda influir en Dios, por ejemplo, mediante ritos u oraciones o mediante una moral del agrado de Dios.
Frente a la influencia de Dios sobre los hombres está el culto litúrgico del hombre como respuesta y
repercusión y quizás no sólo esto, sino también como «influencia» activa, como imperativo mágico. El hecho de que el hombre se sienta capaz de responder satisfactoriamente a la poderosa influencia de Dios y ejercer a su vez una contrainfluencia esencial en el mismo Dios es una sensación de orgullo que eleva al individuo a la categoría de factor metafísico. «Dios y nosotros» —incluso cuando no es más que un sousentendu inconsciente —, en un plano equivalente se basa aquella serenidad envidiable. Un hombre tal está, en el pleno sentido de la
palabra, en su lugar."


C. G. Jung


Recuerdos, sueños, pensamientos

Traducción del alemán por


M.ª ROSA BORRAS

Título original:

Erinnerungen Träume Gedanken

ISBN: 8432208299

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